“La Bitxa” tiene 40 años y es una de las protagonistas de esta historia que, en realidad, son varias unidas, entrelazadas. La suya propia. Una autocaravana que ha recorrido ya más de 200.000 kilómetros y que se vio convertida, de un día para otro, en un laboratorio fotográfico móvil, un estudio creativo sobre ruedas. El de dos fotógrafos profesionales: Eli Garmendia y Carlos Pericás, quienes hace cuatro años ya, ¡se dice pronto!, decidieron aparcar su vida en la ciudad, Barcelona, y echarse a la carretera a bordo de su vieja autocaravana para retratar a las personas que viven en pueblos de menos de 500 habitantes.

 

Autora: Carmen Molinos

 

Llevan 30.000 kilómetros a sus espaldas, 14 pueblos, cinco provincias y más de 1.900 retratos. Aunque más allá de las cifras y de la foto, lo esencial es la experiencia, que, tal y como nos van desgranando en esta conversación, te cala hondo y te obliga a vivir sin prisa, disfrutando del momento, siguiendo al pie de la letra aquel “carpe diem” de Horacio, aunque, a veces, cueste.

¿Cómo surgió la idea de poneros en ruta con “Retrato Nómada”?

Eli: Todo ha sido muy orgánico. Una cosa nos ha llevado a la otra. El proyecto en sí surgió porque ya llevábamos un tiempo viviendo en la autocaravana. Carlos es de Mallorca, yo soy de Euskadi y después de 15 años en Barcelona, estábamos muy quemados y nos faltaba un poco de contacto con la Naturaleza. Pensamos que ésta podía ser una buena manera para recuperar el acercamiento a entornos más naturales

Carlos. Comenzamos viajando por Europa y durante el trayecto se nos ocurrió la idea de ir retratando a personas que íbamos conociendo en el camino y que tenían una relación especial con la Naturaleza. Ahí, surgió la primera idea de decir, “oye, ¿y si utilizamos la autocaravana como un estudio fotográfico, emulando a los fotógrafos del pasado?”

Eli: Viajábamos, sobre todo, por carreteras secundarias, pasábamos por muchos pueblos y había una pregunta que se repetía constantemente, “¿quién vivirá ahí?” En 2019, después de once meses de viaje, tuvimos un accidente que nos obligó a parar durante cinco o seis meses para poder recuperar la autocaravana. En ese momento, estábamos en Guipúzcoa y nos enteramos de que había una convocatoria de la Diputación Foral, en la que, quizá, podía encajar esa idea loca de retratar a las personas de los pueblos.

Carlos: Fue un poco como querer darle más de sentido al propio viaje. No era solo viajar por viajar, conocer lugares y gente, sino ya que lo hacemos, hagámoslo con más sentido, démosle una forma y hablemos de todos esos lugares y de esa gente que hemos conocido en el camino, que viven en pueblos pequeños. Ése fue el germen y ahí comenzamos a teorizar, a darle muchas vueltas, contextualizar y, bueno, estamos muy contentos, la verdad.

¿Cómo fue ese arranque en Guipúzcoa?

Carlos: Hicimos un micromecenazgo, con la Diputación Foral de Gipuzkoa y la plataforma goteo.org. Nos ayudaron mucho a dar forma a la idea. En 20 días de campaña, conseguimos el dinero necesario para poder arrancarlo en ocho pueblos de Guipúzcoa. La idea era que nos sirviese como prueba piloto, de todo lo que habíamos teorizado hasta el momento, ver si podía o no tener sentido y si realmente funcionaba. Fue un éxito total en el mejor de los sentidos: la reacción de la gente, el sentir de los pueblos, el cariño, el reconocimiento a una labor que, al fin y al cabo, no dejaba de ser un experimento. Llegas a la plaza, abres y a ver qué sucede:  cómo viene la gente, cómo se acerca, cómo reacciona… A partir de ahí, te vas dando cuenta, eres consciente de que esa ha sido tu apuesta, ha supuesto un gran trabajo, pero tiene sentido, porque te aporta mucho a nivel personal. Eso es muy gratificante.

Eli: Al final, todo ha surgido de una curiosidad muy fotográfica, porque los dos pensamos en fotografía. Sumergirnos en esta historia, ha supuesto abrir el campo de visión, y estamos aprendiendo e intentando empaparnos de todo eso, leyendo, estudiando…

El reto, muy resumido, consiste en retratar a las personas que viven en pueblos de menos de 500 habitantes, ¿es así?

Eli: Sí, en esa primera campaña de crowdfunding, como teníamos que centrarnos en Guipúzcoa, nos dimos cuenta de que la realidad de la provincia es particular. Hay pueblos pequeños, pero el más pequeño tiene 120 habitantes.

Carlos: Nuestra intención de querer fotografiar a todo el mundo, en ocasiones, se complica. Tenemos una ratio de participación, en pueblos grandes de en torno al 50% – 53%. Cuanto más pequeños son los pueblos, más participación tienen. Hemos llegado a tener 75% en un pueblo de 120 habitantes y 200% en un pueblo con diez personas censadas, en el que hemos hecho 20 retratos.

Y de Guipúzcoa al resto de España, ¿cómo ha sido ese salto?

Carlos: Arrancamos en Guipúzcoa como un proyecto piloto que nos sirviese para validar lo que hacemos, para poder demostrar en otros lugares que es algo serio, cuidado, de calidad. A partir de ahí, queríamos moverlo por Diputaciones, ayuntamientos, etc. Algunos sí se interesaron y nos llamaron, pero cuando hablamos de números, pese a no ser caro, para estos pueblos pequeños era una inversión que, en muchos casos, no pueden permitirse. Los presupuestos que manejan para cultura, en general, son pequeños y el que pueden dedicar a una actividad nueva es difícil de justificar, porque lo suelen tener ya asignado. Enseguida fuimos conscientes de que debíamos dirigirnos a instituciones más grandes como diputaciones, gobiernos regionales o incluso el ministerio. En ello estamos.

Eli: La Diputación de Huesca, por ejemplo, es un caso un poco particular. Ellos tienen un programa fotográfico anual y estábamos en contacto con el director del programa, Pedro Vicente. A través de él, nos contrataron para ir a Alquézar y también a Zuheros en Córdoba, donde estaban desarrollando una exposición que hablara de ambos pueblos desde diferentes puntos de vista. Retrato Nómada, encajaba aportando una visión actual de sus habitantes. Lo ideal es juntar varias poblaciones en una misma ruta, tal y como lo hicimos en Guipúzcoa, con ocho pueblos, donde al final era un poco más fácil trabajar, porque, los medios locales se hicieron eco de nuestra presencia y cuando llegábamos a los pueblos, la gente ya nos estaba esperando. Muchos habitantes de diferentes pueblos se conocen al hacer una ruta por una zona pequeña, lo que genera un sentimiento de comunidad y pertenencia. Por eso, es interesante plantear rutas que abarquen cuatro o cinco pueblos.

¿Qué montaje requiere el proyecto, cuál es vuestro día a día en los pueblos?

Carlos: Hacemos una comunicación previa con la persona u organización que nos ha servido de contacto y acogida. Tenemos unas necesidades mínimas que son:  disponer de una toma de corriente eléctrica y que nos cedan un lugar público, generalmente, la plaza del pueblo, donde podamos instalarnos. Hacemos el trabajo allí, dormimos allí, comemos allí… Lo hacemos todo. Todo sucede en ese lugar. También les pedimos que se ocupen de la comunicación previa, para lo que les facilitamos póster, fotos e incluso, en ocasiones, vídeo. De este modo, cuando llegamos, la gente, más o menos, sabe lo que hacemos. Una vez en el lugar, nos instalamos, aparcamos la autocaravana, abrimos el toldo, montamos las telas, el flash, la galería itinerante y, a partir de ahí, quién se acerque, se lleva un retrato.

Lo comentábamos al principio y al ir hablando con vosotros no hago más que recordar a los fotógrafos de antaño como Piedad Isla, ¿tenéis la sensación de haber recuperado su figura?

Carlos: Claro, de hecho, siempre que hablamos del proyecto, hablamos de la figura del fotógrafo ambulante que existía antiguamente. Llegaban al pueblo, se instalaban allí, ponían un anuncio en el bar y era la forma de captar a quien necesitaba hacerse una foto. Sí que sentimos un poco esa cosa del desplazarse con la foto y compartirla. Es bastante especial. No hacer que la gente venga a tu estudio, sino llevar tu estudio a los lugares, cambia muchísimo todo: las dinámicas, los roles.

Eli: Lo que la gente espera. Si alguien viene a tu estudio, llega con una idea de lo que quiere o para qué es la foto. Cuando eres tú el que llega a su casa, les pillas un poco fuera de juego y da pie a que puedan ocurrir otras cosas. Comparando un poco con la época de Piedad, creo que lo que ocurre es que, en aquel momento, la fotografía no estaba tan democratizada como ahora. Hoy la gente está muy acostumbrada a controlar su imagen y cuando les colocas una cámara delante, ya saben de lo que va, especialmente, la gente más joven, pero la gente mayor también. La actitud con la que se enfrentan a la cámara, no tiene nada que ver.

Otro aspecto importantísimo de vuestro trabajo es la autocaravana, a la que, si no me equivoco, le habéis puesto nombre

Carlos: La bitxa. Es un cacharro muy peculiar. Si hubiéramos comprado otro o hubiéramos adaptado alguno más moderno, no hubiera tenido el mismo carácter. Tiene mucha personalidad. Tiene 40 años. Ha pasado por mil historias y más, sobre todo, en los últimos años con nosotros. Es un vehículo que ya solo por cómo es, llama la atención, y hace que la gente se acerque de otra manera. No es una autocaravana normal. Es rara. De hecho, al principio, cuando planteamos la actividad de forma más lúdica, hacíamos que la gente entrara dentro con Eli, miraban las fotos, escogíamos juntos… Te hacían preguntas sobre la autocaravana. Tiene tanta personalidad que, es más protagonista que nosotros.

Eli: Es el eje del proyecto.

Comentáis que el proyecto os está ayudando a desmitificar a la gente de los pueblos, ¿en qué sentido?

Carlos: Lo notas especialmente cuando sacas el trabajo de contexto, cuando lo llevas a las ciudades. La gente ve personas, uno más paisano, con la boina, pero te das cuenta de que todos somos diferentes e iguales a la vez, independiente del lugar donde vivas. Lo bonito de este proyecto es hacer llegar la riqueza de esos pequeños lugares a la ciudad. En Huesca, por ejemplo, expusimos en la Diputación, 756 retratos y era apabullante. Mucha gente nos decía que le había dejado sin palabras.

Los fotógrafos Eli Garmendia y Carlos Pericás retratan a personas de pueblos de menos de 500 habitantes en un proyecto que busca conservar la memoria de la España vaciada.

Eli: Recuerdo en uno de los primeros pueblos, estábamos en la plaza y de pronto se oía en una ventana música “maquinera”. Después nos enteramos de que, pese a ser un pueblo de 130 habitantes, tiene su propio gimnasio. La música era de un chaval joven que casi todos los días va y se pone sus temas favoritos, igual que si estuviese en cualquier gimnasio de cualquier ciudad. Me acuerdo de esta anécdota, porque me llevó a plantearme, “claro, Eli, ¿qué pensabas?”

 

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