De grandes amigos a grandes desconocidos, ¿qué historia hay detrás de la enemistad entre Pablo Picasso y Diego Rivera?

 

Un artículo de Cristina Párbole

Ilustración de Daniel Rodríguez

Diego Rivera había llegado a París, procedente de España, con una beca otorgada por el gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa. El objetivo era que el mexicano conociera y estudiara las corrientes artísticas que en esos momentos imperaban en Europa. Tras descubrir la obra de El Greco o Velázquez En España, Diego se afincó en el barrio de Montparnasse en la capital parisina, fue en su estancia donde conoció a su primera mujer, Angelina Beloff y donde entabló amistad con artistas reconocidos del momento, entre ellos Pablo Picasso.

El ambiente parisino en el que se movían, sus ideologías, su pasión por el arte y que podían entenderse en el mismo idioma llevó a que naciera entre ellos una rápida amistad. Rivera se refería a Picasso “maestro y amigo”, así queda recogido en una carta que el pintor mexicano mandó a Picasso instándole a que se opusiera a pruebas con armas nucleares. 

“Muy estimado señor y mi muy admirado, querido maestro y amigo. Me dirijo a usted para pedirle que su voz —autorizada por su justa fama— refuerce el clamor para exigir, a nombre de todo lo que en el mundo significa cultura, bienestar, belleza, alegría y paz, la suspensión inmediata de las pruebas de bombas atómicas termonucleares”. 

Entonces, ¿qué ocurrió para que su amistad se rompiera? Ambos se visitaban en sus estudios, pero Diego comenzó a ver una actitud extraña en su mentor. Picasso observaba las obras de Rivera sin comentar nada, las miraba en silencio y el pintor empezó a sospechar que algo raro ocurría. Sus intuiciones se hicieron realidad cuando un día visitó el estudio de Picasso y descubrió que había un cuadro idéntico a su obra “Paisaje Zapatista”. Lleno de rabia acusó al pintor malagueño de robar su técnica y este para defenderse de las acusaciones le explicó que era una pintura antigua que había realizado hace tiempo; sin embargo, cuando Diego se acercó a ella comprobó que la pintura todavía estaba húmeda. El cuadro de Picasso llevaba por titulo “Hombre apoyado en una mesa” y si la comparamos con “Paisaje Zapatista” es verdad que encontramos ciertas similitudes: la composición en forma de triángulo, el fondo y el tratamiento de las formas cubistas. De esta forma se rompió para siempre la amistad entre los dos artistas. Nunca más volvieron a cruzarse, aunque se dedicaban palabras. De hecho, Diego Rivera no dudaba de que Picasso fuera un genio, pero si ponía en tela de juicio que fuera tan original, como decía ser. 

“No puedo negar que extraño aquel foco de maldad que establecimos Picasso y yo. Por algo el enorme maestro me recuerda y a través de amigos y conocidos que van y vienen de París recibo sus recados pidiéndome que regrese, que se aburren soberanamente y que está seguro de que yo me aburro porque sólo él y yo, conversando entre nosotros, sabemos hacerlo bien hablando mal de las gentes, y esto es verdaderamente divertido en este mundo. En este sentido, en verdad extraño enormemente al gran pintor y amigo”.

Lo que el cubismo había unido se había desquebrajado para siempre.