La Biblioteca Nacional de España (BNE) ha adquirido el que se cree que es el último manuscrito de Miguel Hernández: cuatro relatos infantiles escritos en la cárcel por el poeta y dramaturgo para su hijo que muestran que, en sus últimos años de vida, junto a la poesía, el autor desarrolló la prosa.

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Los relatos son “El potro oscuro”, “El conejito”, “Un hogar en el árbol” y “La gatita Mancha y el ovillo rojo”, escritos entre junio y octubre de 1941 en el Reformatorio de Adultos de Alicante, a donde llegó desde el Penal de Ocaña, y en el que falleció en marzo de 1942, con 31 años. Son seis pequeñas hojas de papel higiénico de 12 por 19 centímetros, escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre y con los bordes envejecidos e irregulares.

El poeta de Orihuela haría pasar el manuscrito por traducciones de cuentos en inglés para superar la censura, y se los dio a su mujer, Josefina Manresa, poco tiempo antes de fallecer por tuberculosis en esa misma prisión. Su mujer cuenta en “Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández”, que transcurrió un mes hasta que pudo verle: “lo sacaban entre dos personas, que no sé si serían presos, cogido del brazo, y lo dejaron agarrado a la reja. Llevaba un libro en la mano, eran dos cuentos para nuestro hijo. Al terminarse la comunicación, quiso darle él por su mano el libro al niño, y no le dejaron hacerlo. Un guardia se lo tomó y me lo dio a mí”. Desde junio de 1941 al 28 de marzo de 1942, fecha de su muerte, el poeta estuvo en enfermería de la prisión, aquejado de tuberculosis y “acosado” por tres sacerdotes que “buscan su reconversión y la abjuración de sus ideas”. La resistencia del escritor a su retractarse políticamente impidió “casi con toda seguridad”, su ingreso en el sanatorio antituberculoso valenciano de Porta Coeli.

El catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante José Carlos Rovira señala en su libro “Miguel Hernández: la sombra vencida”, cuyo capítulo “Últimas ausencias de Miguel Hernández” es el catálogo de la exposición de la BNE con motivo del centenario del nacimiento del escritor alicantino, que los cuentos son “metáforas explícitas de libertad” para su hijo. La encuadernación e ilustración de dos de las historias (“El potro oscuro” y “El conejito”) fue posible gracias a su compañero Eusebio Oca Pérez -maestro, periodista y dibujante-, también interno en el Reformatorio de Alicante. Aunque dos de esas historias se conocían, y se había realizado una publicación facsímil en 1988 -“Dos cuentos para Manolillo”- , no por ello la existencia de este manuscrito es menos impactante, asegura la BNE en su nota, que reseña “la singularidad” del texto y su significado.

Según indica Rovira, “en estas últimas ausencias de Miguel Hernández tenemos la metáfora infantil para su hijo, de lo que en otra clave estaba escribiendo para aquel inacabado libro que debía llamarse ‘Cancionero y Romancero de ausencias’, en el que decía ‘soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de sol en la lucha, que siempre deja la sombra vencida”. El catedrático explica que en los cuentos hay metáforas “de encierro y libertad” y por eso cree que no son traducciones sino “mensajes como juegos para su hijo, en los que quiso plasmar una metáfora de la libertad, una metáfora ingenua de liberación”.

 

IMAGEN: Imagen facilitada por la Biblioteca Nacional de España (BNE) que ha adquirido el que se cree que es el último manuscrito de Miguel Hernández: cuatro relatos infantiles escritos en la cárcel por el poeta y dramaturgo para su hijo que muestran que, en sus últimos años de vida, junto a la poesía, el autor desarrolló la prosa. EFE