La veterana feria de arte Brafa ha abierto sus puertas en Bruselas, una cita imprescindible para los amantes de la arqueología, las antigüedades y las artes tribales.

Canal Patrimonio

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La feria cuenta con 135 galerías de arte con fuerte presencia europea y obras que, en cambio, llegan de todos los confines del mundo y destacan más por su calidad y rareza que por su espectacularidad.

No obstante, reúne desde firmas modernas como Damien Hirst, Pablo Picasso, Monet, James Ensor o Victor Vassarely, a sarcófagos egipcios o piezas de la antigua Grecia, sin olvidar a maestros que dejaron su huella en Bruselas como Brueghel.

Brafa se celebra a poco más de cien kilómetros de la feria de arte y antigüedades más conocida a nivel mundial, la Tefaf de Maastricht, pese a lo que ha logrado consolidarse como una referencia en los dominios menos atendidos por su prima holandesa: la arqueología, las artes tribales y las antigüedades.

Una galería española aporta la pieza más apreciada

Una de las piezas más valoradas es, precisamente, un busto de Calígula, una rareza valorada en unos 900.000 euros que destaca en el espacio de la galería de Jaume Bagot, la única española que este año ha logrado un espacio en la feria.

Cuando el denostado emperador romano fue asesinado en el año 41 tras haberse forjado fama de tirano, megalómano y amigo de las perversiones sexuales, la mayor parte de sus imágenes fueron destruidas o escondidas; de ahí su valor, destaca el galerista.
Junto al rostro en piedra se yergue otro semblante, el de su hermana Drusila, cuya temprana muerte, rodeada de intrigas y rumores sobre incesto, causó un fuerte impacto sobre el temperamental emperador. Hoy, tan solo se conocen otros seis retratos de la joven, explica Bagot.

Pese a esta querencia por el mundo antiguo, dos obras modernas abren la Brafa como las más preciadas: el lienzo de Marc Chagall “Mujer y marido” y el “Busto de mujer” de Alberto Giacometti, con un valor estimado de 3,4 millones de euros y 2,5 millones, respectivamente. Un dibujo original de Hergé, el padre de Tintín, para la cubierta de un álbum de “Las hazañas de Quique y Flupi”, pone en valor uno de los mayores talentos belgas, el noveno arte, al ocupar el tercer puesto de salida con un precio de un millón y medio de euros.

Un maravilloso enclave turístico

Brafa es uno de esos acontecimientos preciosos que suceden en la capital de europea -esa tierra de nadie cultural, eclipsada por el glamour de París, el dinamismo de Londres y la creatividad de Amsterdam- que pasa desapercibido a los ojos del gran público, pese a lo que en 2015 logró atraer a 55.000 visitantes.
El edificio de “Tour & Taxis”, una de las joyas de la arquitectura industrial belga que recuerdan el poderío del que disfrutó este pequeño país de apenas 30.500 kilómetros cuadrados y 186 años de historia, albergará en sus entrañas de ladrillo, metal y vidrio esta cita hasta el 31 de enero.

El canal de Bruselas, que discurre a los pies del enclave de Brafa, es también un vestigio de aquella época dorada en la que soportaba un intenso tráfico comercial entre la capital y la ciudad valona de Charleroi, antaño un potente núcleo industrial que hoy figura en los mapas por su aeropuerto de bajo coste.

Siguiendo el curso de la arteria fluvial a pie, a menos de un kilómetro de Brafa, se abre el vecino Molenbeek, que ha degenerado desde los tiempos en que se le conocía como “la pequeña Mánchester” en uno de los centros neurálgicos de la radicalización de jóvenes musulmanes en Bélgica.

Ante la rudeza contemporánea de los barrios más perjudicados de Bruselas, una ciudad que además ha dado nombre a un término arquitectónico utilizado para describir una urbanización descabalgada, Brafa viene a ser el contrapunto que recuerda que hay bellezas que transcienden toda situación y todo tiempo.  María Tejero Martín / EFE

IMAGEN: Fotografía facilitada por la  feria de arte Brafa / EFE