Las majestuosas figuras de Jaume Plensa se instalan en los espacios urbanos y naturales de Burdeos para establecer un diálogo con sus habitantes. La intención del artista ha sido redescubrir la ciudad desde una vertiente humanista, así como alternar símbolos de diferentes culturas para “celebrar la diversidad”.

Redacción Canal Patrimonio

Esculturas Jaume Plensa Burdeos- EFE- 01072013

Las majestuosas figuras de Jaume Plensa se instalan desde este mes en los espacios urbanos y naturales de la ciudad de Burdeos para establecer un diálogo permanente con sus habitantes. Después de Río de Janeiro, Salzburgo o Chicago, el escultor catalán invade la capital girondina hasta el 6 de octubre con doce piezas al aire libre, de las que cuatro han sido concebidas expresamente para la ocasión.  La intención del artista ha sido redescubrir la ciudad a sus habitantes desde una vertiente humanista, así como alternar símbolos de diferentes culturas para “celebrar la diversidad”. “Con esta exposición pretendo lanzar una botella al mar con un mensaje”, declara a Efe el artista, que ha dedicado sus más de treinta años de carrera a eliminar toda huella figurativa “para enredar la materialidad con el lirismo más introspectivo” o sugerir sin aleccionar.

Considerado como uno de los grandes herederos de la escultura española, siguiendo la estela de Picasso o Gargallo, el arte de Plensa se construye por la oposición: vacío/lleno, luz/sombra, individuo/colectivo, masculino/femenino. Precisamente, la luz, y también su doble, la sombra, se convierten en dos elementos omnipresentes en esta muestra, al atravesar, irradiar y penetrar las formas tanto de día como con el alumbrado nocturno, instalado a propósito. Esculturas tatuadas con letras, frases y notas musicales. O todo lo contrario, abanderadas de la opacidad más tradicional, que con su libre circulación democratizan el espacio artístico, transformándolo en un “espacio urbano y compartido”.

Vestidas con tejidos de encaje
“Para mí, tanto la memoria como el futuro son femeninos. El hombre es un accidente que, aunque bello, no deja de ser un accidente”, confiesa el artista al presentar “Marianna y Awilda”, dos rostros femeninos enfrentados entre sí que parecen flotar en el aire pese a sus cuatro metros de altura. “Marianna y Awilda”, emplazadas en el patio del ayuntamiento de la ciudad, también revelan otro elemento fundamental del trabajo de Plensa: el vacío. “Visualmente, la transparencia del ‘tejido de encaje’ -una malla de acero inoxidable que recuerda a la mantilla española- remite a la desmaterialización de los retratos y descubre el vacío interno con el objetivo último de evidenciar la fragilidad del ser”, explica la comisaria de la muestra, Florence Guionneau-Joie.

La inquietud por conceder a aquello ordinario un carácter extraordinario llevan al escultor a transformar la escala original y a jugar continuamente con el peso, el volumen y la monumentalidad. Así ocurre con “Sanna” (Place de la Comédie) y “Paula” (Place Pey Berland), los majestuosos rostros de siete metros de altura de dos niñas, una sueca y otra barcelonesa, con los que el autor invita al espectador a “entrar en sus sueños más internos”. Plensa emplea aquí la opacidad del hierro fundido -material que aplicaba sobre todo en sus inicios- y entorna los ojos de las protagonistas para, pese a su existencia real, despersonalizarlas y permitir al público identificarse con ellas.
Esculturas Jaume Plensa Burdeos 2- EFE- 01072013


Testimonios silenciosos

“Ainsa I” o “Silent Music” -individuos en fragmentos de acero inoxidable que reposan sobre enormes rocas procedentes de los pirineos aragoneses- son personajes corrientes sentados como auténticos budas en las plazas más populares de la villa, los cuales vuelven a apelar a la reflexión más íntima. Estas esculturas antropomorfas, testimonios silenciosos de la actividad urbana, están marcadas con notas musicales, poemas de Shakespeare o incluso del valenciano Vicent Andrés Estellés, y también con palabras en ocho alfabetos diferentes. “Las figuras humanas son, para mí, seres ordinarios creados para reflejar y celebrar la inagotable diversidad de nuestras sociedades”, ultima Jaume Plensa, un humanista en sí mismo.

Y un autorretrato
Tatuado con los nombres de sus compositores predilectos, el catalán se retrata en bronce siete veces -“como las siete notas musicales”- abrazando, con las extremidades inferiores y superiores, los árboles del jardín municipal de Burdeos bajo el título “The heart of trees”. Aunque el autorretrato no es muy corriente en el campo escultórico, en esta metáfora de la conexión del hombre con la naturaleza, el autor pretende recordar que “de toda materia muerta siempre nace una nueva vida”.

IMÁGENES: Fotografías facilitadas por Plensa Studio Barcelona de varias de las esculturas del español Jaume Plensa que forman parte de la exposición que Plensa exhibirá en varios lugares públicos de la localidad francesa de Burdeos hasta el 6 de octubre. EFE