La Fundación Joaquín Díaz ha recibido la generosa donación de Dª Mercedes Delgado Cortada de una extraordinaria colección con cerca de 700 campanillas de distintas épocas y procedencias, que había reunido durante más de 70 años.

Canal Patrimonio_Joaquín Díaz

 

Consuelo nació en Tarragona en 1932 y falleció en Murcia el 10 de mayo de 2018. Estudió su carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, donde se licenció en la especialidad de Historia. Posteriormente se doctoró en Historia moderna y contemporánea en la Universidad de Murcia, versando su tesis doctoral sobre «La historia que enseña y la historia que adoctrina». Fue sucesivamente catedrática de Geografía e Historia en las Escuelas de Magisterio de Las Palmas de Gran Canaria y de Murcia y después profesora titular de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. Desde su jubilación hasta su fallecimiento fue profesora emérita de la Universidad de Murcia, publicando numerosos libros y artículos científicos.


La colección reúne modelos de piezas con diferentes orígenes y funciones: esquilas, cencerros y campanillas, diferenciándose éstas si son de mano o sobremesa, o bien de colgar.
Campanilla se llamaba a una pieza de pequeño tamaño que a veces disponía de un mango para ser utilizada. Sobre el vaso aparecían con cierta frecuencia inscripciones relativas al uso o al lugar donde fue fundida o a quien la ordenó fundir o fabricar. Tenía un pequeño badajo y una forma muy similar a la de su hermana mayor, la de iglesia. Este tipo de campanas se generalizó con el uso de las de torre o espadaña y tuvo, a lo largo de la historia, varias finalidades: las cofradías solían tener una con mango para que el muñidor avisara al resto de los hermanos de algún acto o bien pidiera por las calles para obtener limosna; en las iglesias se usaban dos o tres campanillas unidas para tocarlas al alzar al tiempo que se hacían sonar las del campanario.

Usos civiles

La campanilla también tuvo usos civiles, por ejemplo, a los ladrones menores de edad se les paseaba por las calles con una argolla al cuello, sobre la que se elevaba una pequeña espadaña de metal con su correspondiente campanilla, que quedaba encima de la cabeza del condenado, de modo que iba avisando y al mismo tiempo avergonzando a su portador para que no volviera a delinquir. Los reos de muerte subían al patíbulo precedidos por el toque de una esquila. Otros usos tenían también que ver con la comunicación: aviso del comienzo de actos, llamada de atención de vendedores o buhoneros, comienzo de la actuación de juglares, anuncio de que se había acabado de comer en las mesas de la alta sociedad, señal del paso de las horas particularmente las nocturnas en las ciudades…

Algunas cofradías como las de San Antón, el Santísimo o Santiago mandaban fundir pequeñas campanillas con su símbolo en el vaso para venderlas y obtener así recursos. La orden de los Antonianos, de innegable antigüedad (según algunos autores sería del año 360 y fundada por el Preste Juan) y muy vinculada a los principales caminos de peregrinación en Europa y santos lugares, tuvo una encomienda mayor en Castrojeriz y casas en Salamanca, Medina del Campo, Toro, Benavente, Segovia y Valladolid, por mencionar solo algunas de las más importantes. La orden funcionó como tal desde que Honorio III la confirmó como verdadera religión y tomó a sus Maestres y hermanos bajo su protección, hasta que fue suprimida –al menos en España- por una bula de Pio VI en 1787. La costumbre de que los demandaderos que pedían para los hospitales llevasen la Tau o cruz de San Antón en el pecho del hábito (negro con la cruz azul) o una campanilla con esa misma Tau, hizo muy populares durante la Edad Media a los hermanos de las casas de San Antón en todo el medio rural español y dio pie a la costumbre del “marrano Antón” que casi ha llegado hasta nuestros días siempre vinculada al uso de una esquila o cencerro que el cerdo llevaba al cuello…

 

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