El castillo de Loarre es la fortaleza románica mejor conservada del mundo y en buena parte este hecho se debe a la feliz circunstancia de que la conquista del territorio a los musulmanes que ocupaban la llanura oscense fue más rápida de lo que el rey Sancho Ramírez había previsto. Sancho III el Mayor, su abuelo paterno, había dispuesto en este lugar una más de las posiciones a través de las cuales vigilaba la marca superior. En ese momento ese punto de vigilancia no debió de pasar de una pequeña mota fortificada.

 

Texto e imágenes: Antonio García Omedes de la Real Academia de San Luis de Zaragoza

 

Será bajo el reinado de Ramiro I, el primer rey de Aragón y padre de Sancho Ramírez cuando se construya la primera fase del castillo en lo alto del espolón rocoso en que se asienta, formado por un reducido recinto amurallado de perfil vagamente pentagonal, varias torres situadas en sus ángulos, un espléndido donjon y una sencilla capilla castrense. Ese castillo inicial, que de antiguo se atribuía a Sancho III y que Marta Poza sitúa en 2009 edificado bajo el reinado de Ramiro I, no hubiese pasado de ser uno más de los numerosos conjuntos religioso-militares de los existentes en Aragón de no haber sido por la gran ampliación llevada a cabo por Sancho Ramírez a partir del año 1071 en que el papa Alejandro II por medio de la bula Quamquam sedes acogió bajo la potestad de la Santa Sede el monasterio exento que ese monarca edificó.

Sancho Ramírez vio en la alianza con la Santa Sede una gran oportunidad para lograr protección ante sus enemigos, tanto externos como internos, y una ocasión para expandir su incipiente reino. Por ello, en el año de 1068 cuando tenía 25 años, viajó a Roma para hacerse vasallo del papa e infeudar el reino. A la Santa Sede también le interesaba esta alianza porque con ella lograba entrar a través de Aragón en los reinos hispanos. Gracias a este acuerdo Roma logró abolir el rito hispanovisigodo que consideraba casi herético y controlar los principales monasterios del reino que de ese modo quedaban bajo su potestad. El acuerdo, como es comprensible, no fue bien recibido por  algunos destacados personajes como el abad Banzo de Fanlo o el propio obispo-infante García, hermano del rey, que veían perder sus privilegios. El abad Banzo fue desposeído de su monasterio y desterrado y el obispo-infante García amenazado con “hacerle perder sus ojos de la cara si no atendía a razones”. En 1086 Alfonso VI puso sitio a la ciudad de Zaragoza y el obispo García  fue a buscar apoyo en el rey castellano para defender sus derechos. Enterado Sancho Ramírez se presentó en Zaragoza desbaratando sus planes. García, de regreso a Huesca, falleció convenientemente en la localidad de Anzánigo.

Para alojar a una comunidad de canónigos de san Agustín en un lugar tan inhóspito como el castillo de Loarre se tuvo que llevar a cabo una obra monumental que le proporcionó a Loarre su actual fisonomía. La comunidad canónica necesitaba unas dependencias donde habitar, espacios para escritorio, almacenes, sala capitular y por supuesto una iglesia monástica. Para lograr esos fines, la obra llevada a cabo por Sancho Ramírez rodeó prácticamente por completo a la fortaleza preexistente duplicando la superficie edificada, bien entendido que para ello tuvo que ganar espacio a la roca y al vacío. De ese modo, cuando el visitante accede al castillo, lo primero que ve es la ampliación de Sancho Ramírez y lo último, en altura, la fortificación primitiva de Ramiro I.

 

Castillo de Loarre. Autor: Antonio G. Omedes

 

Para edificar la iglesia se tuvo que situar adosada a la muralla primitiva (que le sirve de cierre) por delante de la iglesia castrense y al igual que ella, como es preceptivo, orientada al este. Por falta de espacio se recurrió a lograr un plano horizontal sobre el cual edificar la iglesia mediante la sucesión de tres elementos: un cuerpo de guardia, una escalera principal y una cripta. De ese modo la iglesia, dedicada a san Pedro vino a formar parte del propio muro meridional de la fortaleza a la cual se accede por una espléndida portada y una escalera que discurre por debajo del propio templo. La iglesia de San Pedro, capilla real, debería de haber sido de planta basilical pero las circunstancias orográficas lo impidieron. Su arquitecto realizó una magnífica labor alzando en vertical lo que no pudo hacer en anchura. La dotó de un falso crucero con cuatro grandes pilares que sustentan arcos torales y sobre ellos una magistral cúpula alzada sobre un sistema doble de trompas que dan sensación de ser pechinas, acaso influenciado por una notable edificación como la de Santa Sofía de Constantinopla. En la cabecera desarrolló un doble sistema de arquería con trece arquillos inferiores ciegos y cinco superiores, tres de los cuales albergan vanos. Esta cabecera loarresa con falso transepto y doble arquería servirá de modelo para otros templos en los reinos de Aragón y Pamplona de los cuales Sancho Ramírez era rey desde 1076.

El magnífico acabado decorativo del templo a base de profusión de molduras de taqueado y de nada menos que 82 capiteles (contando los de la iglesia inferior o cripta y la superior) nos da una idea clara de que aquello no es una capilla castrense más perdida en lo alto de la sierra sino que tras esa exuberancia de arquitectura y escultura podemos intuir el acuerdo entre el rey y el papa que permitió la llegada de buenos escultores y canteros para lograr una obra que realmente aparece como un documento en piedra ratificando esa alianza.

Además, en esta obra destinada a establecer a una comunidad canónica agustiniana, fue diseñado un sistema doble de pasos superpuestos cuya manifestación exterior es la fachada que une el ábside de la iglesia de San Pedro con la cabecera de los pabellones norte, donde se hallan las dependencias canonicales. De este modo los canónigos podían recorrer el espacio entre sus dependencias y la iglesia por el paso superior mientras que por el inferior circulaban soldados y aprovisionadores de la fortaleza hacia el recinto amurallado superior y hacia las zonas de almacén.

En la zona suroeste del primitivo castillo de Ramiro I se inició la edificación de una alargada zona hoy conocida como “palacio real” y en ella un gran ventanal llamado “el mirador de la reina”, que probablemente no se llegó a concluir puesto que en las obras de restauración del arquitecto La Figuera de 1915 esa zona estaba colmatada y en su desescombro no aparecieron restos que hicieran pensar en que se llegara a edificar. Es más que probable que así fuese puesto que la labor de reconquista progresó mucho más deprisa de lo que el rey pudiera haber pensado. Huesca fue tomada en 1096 y desde un par de años antes la comunidad de canónigos de san Agustín, que habitaban Loarre, habían pasado a establecerse en el castillo-abadía de Montearagón, edificado por Sancho Ramírez para tomar Huesca. Gracias a esa circunstancia, Loarre quedó en retaguardia olvidado en la sierra lo que le ha permitido llegar hasta nuestros días casi como fue edificado.

 

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