Redacción Canal Patrimonio- EFE

El legado fotográfico de Vivian Maier, más de 100.000 negativos hallados de forma casual hace seis años tras una subasta pública en Chicago, ha obligado a revisar la historia de la fotografía contemporánea para incorporar a esta retratista anónima, niñera de profesión. Una selección de 120 imágenes de Maier se expone hasta el 8 de julio en Valladolid, bajo el título “Street Photographer”. Es la primera vez que su obra se da a conocer en Europa “y ha venido para quedarse entre nosotros”, declara Anne Mourin, comisaria de la muestra, promovida por el consistorio vallisoletano.

En sus ratos libres, con medios rudimentarios y sin ninguna pretensión profesional o artística, Maier retrató la belleza de lo cotidiano, el hálito de la rutina, la vida ordinaria del Chicago y Nueva York de la segunda mitad del siglo XX. Revelaba en un cuarto de baño, en la casa donde prestaba sus servicios en Chicago -ciudad en la que se afincó definitivamente a partir de 1951-, y acumuló cientos de carretes que aún hoy no han sido revelados en su totalidad por John Maloof, dueño del material subastado en 2007.

La historia personal de Maier, sin amistades ni relaciones conocidas después de una azarosa peripecia vital y familiar en los primeros años de su vida, no se puede desvincular de la obra de esta aficionada. Acusó una visión humanista en la mayoría de sus creaciones al situar al ser humano en el epicentro.

Especial enfoque humanista
Surgen así, estampas callejeras vinculadas a oficios, rostros anónimos pero fácilmente identificables: menestrales, desposeídos y también olvidados o marginales, con una especial atención a la indumentaria y a los niños. El relato se completa con el paisaje urbano, desmesurado en las proporciones de sus edificios e infraestructuras, el mobiliario y decorado, los establecimientos y la gente como inquilinos de una cotidianeidad de la que forman parte blancos y negros, así como las diferentes etnias que pueblan esas grandes ciudades industriales. No faltan ebrios, vagabundos, mendigos y prostitutas, cuyo dolor constata desde el umbral de la escena, sin zaherir ni moralizar, con un mero carácter testimonial. “Su fotografía goza de una gran autonomía y una autoridad plena. No se la conoce mucho, pero ya ha deslumbrado hasta dar un vuelco en la historia contemporánea de la fotografía”, junto a sus grandes protagonistas, ha resaltado la comisaria.

Buscando su identidad

No falta en esta exposición una serie de inquietantes autorretratos de Maier, con ella en un premeditado segundo o tercer plano, insinuada en ocasiones y en otras deformada por artificios técnicos, sin sonreír, parcialmente sombreada y de aspecto hosco, como si fuera otra persona. La comisaria, Anne Morin, lo ha achacado a la “permanente búsqueda” de sí misma, “tal vez porque indagara realmente en quién era ella, que no tenía unas raíces muy claras y a muy temprana edad se separó de su familia”. Vivian Maier, auxiliada por los hijos que crió en la casa de Chicago donde residió, fue recogida de la calle a principios de los años noventa del siglo XX, y sus enseres recogidos en un guardamuebles hasta que fueron subastados, dos años antes de su muerte, para saldar deudas, donde fueron encontrados esos 100.000 negativos y carretes sin revelar.

“Street Photographer”, tras su paso por Valladolid, viajará durante los tres próximos años por Bélgica, Francia y Suecia, entre otros países, según las previsiones de diChroma, la sociedad que gestiona la difusión del legado de Maier.

IMÁGENES: La obra de Vivian Maier llega a Valladolid, a través de la muestra “Street Photographer”, que reúne 120 imágenes . Es la primera vez que se exhibe en Europa./ EFE