Preparando la entrevista, reflexiono y me doy cuenta de que la primera vez que me topé con él, fue revisando las imágenes de la serie de televisión “La luz y el misterio de las catedrales”. Apenas fueron unos minutos de escucha. Los suficientes para darme cuenta de su capacidad para contar la historia de una forma didáctica y entretenida, que atrapa y cala. Después, he tenido la gran suerte de escucharle en otras muchas ocasiones, leer sus libros y disfrutar de los artículos que número a número comparte en ésta y otras publicaciones. Constantemente está aprendiendo y, quizá, por eso, transmite tanto. Sus libros deberían ser referencia obligada para cualquier amante del patrimonio, la historia o la arquitectura. En el último, precisamente, nos habla de castillos y murallas, pero no desde un punto de vista histórico o arquitectónico, que también, sino atendiendo a la intrahistoria, a la vida que late en cada piedra y que él rescata y nos presenta.
Una entrevista de Carmen Molinos
Miguel, pregunta obligada, que tú también te planteas en tu libro, ¿somos griegos o romanos?
Risas al otro lado del teléfono. Sí, efectivamente, es una cuestión que planteo en el libro y la conclusión es que somos mucho más romanos que griegos por nuestra forma de enfrentarnos a la vida y al territorio. Los griegos aprovechan lo que les da la Naturaleza, mientras que los romanos la adaptan a su gusto y antojo, en función de sus necesidades. Nuestra forma de construir, de concebir los espacios públicos, me lleva a pensar que somos mucho más romanos que griegos.
No es un libro de arquitectura ni de historia, sino más bien una obra que nos ayuda a interpretar mejor los castillos…
Siempre intento enriquecer la mirada del lector o de quien me escucha. Quizá sepa mucho más que yo, pero procuro aportarle algo que pueda servirle para interpretar los edificios, para contemplarlos y sacarles todo el partido posible. Sin abandonar el gusto por la belleza y la emoción que encierra el arte o la arquitectura, pero buscando siempre argumentos racionales, procurando no embaucar con cuentos, historias y leyendas, sino todo lo contrario, intentando hallar lo humano de los edificios. Muchas veces no entendemos bien los edificios del pasado porque se nos olvida que los hicieron personas muy parecidas a nosotros, que tenían unos objetivos y aspiraciones similares. Se disfraza todo con unos ideales, basados en creencias religiosas o supersticiosas que, a menudo, están bastante alejados de la realidad. Cuando empezamos a fijarnos en las técnicas constructivas o en la funcionalidad de los edificios, cuando nos damos cuenta de que una iglesia era mucho más que eso o que un castillo no era solo un elemento de defensa, cuando nos percatamos de lo que suponía el asentamiento de un monasterio es cuando comenzamos a sentar las bases de una comprensión mucho más rica, profunda y basada en la realidad.
“Muchas veces no entendemos bien los edificios del pasado porque se nos olvida que los hicieron personas muy parecidas a nosotros”
¿Cómo se fragua una obra de estas características? En el subtítulo del libro “Biografías desconocidas…” facilitas, quizá, alguna pista sobre el método.
Bueno, en realidad, el subtítulo fue una idea de la editorial. La palabra “biografías” me gusta. Me convence, porque hablamos de la vida de los edificios. El adjetivo “desconocidas”, puede resultar, quizá, un tanto petulante, porque, posiblemente, no descubra nada, pero lo que procuré en todo momento fue evitar otros como “misterioso” o “secreto”, porque en lo que me apoyo es en la razón, en lo empírico y lo práctico. Entiendo el criterio comercial de la editorial, pero llegamos a este consenso, para narrar la vida de los edificios, buscando otros puntos de vista o adentrándome en los aspectos menos tratados.
Imagino, sé, por lo que te conozco, que además de bucear en los archivos, ha habido mucha visita.
Sí, porque cuando vas a los sitios es cuando te das cuenta de todo. Cuando verdaderamente entiendes un lugar es cuando estás allí. Pasa incluso con las cosas más conocidas del mundo. Hace unos años, por ejemplo, estuve en Atenas. La Acrópolis, puedo decir que me la sabía de memoria, incluso hice una maqueta, podía dibujar la planta sin consultar ningún libro. Sin embargo, cuando llegas allí, te das cuenta de un montón de cosas que no se aprecian ni en fotografías ni en planos: el color entre azulado y vino tinto de la roca en la que se asienta, encuentros y soluciones sutiles que son imposibles de captar en una publicación o una fotografía. Realmente, para entender el edificio, para saber o llegar a una interpretación novedosa, hay que recorrerlo, subirse por donde se puede uno subir, buscar los puntos de vista. De pronto te encuentras con una ventana de la que nadie te había hablado, te asomas y ves el altar, entonces te das cuenta de que el lugar donde estás era un espacio con vistas privilegiadas, empiezas a tirar del hilo y llegas a la conclusión de que había un palacio y desde esa pequeña ventana es desde donde seguía las misas el propietario. Como elemento arquitectónico, quizá, la ventana no dice nada, pero cuando estás allí, ves que está cargada de significado.
“Para entender el edificio, para saber o llegar a una interpretación novedosa, hay que recorrerlo, subirse por donde se pueda uno subir, buscar los puntos de vista”
El libro forma parte de una trilogía: catedrales, monasterios, castillos. Edificios de poder con una evolución dispar, al igual que lo era su origen.
Salvo que uno escriba de arquitectura popular, lo normal, es que siempre esté el poder por ahí. Además, no había solamente un poderoso, un noble o un alto eclesiástico, cuando los reyes están detrás, se producen las mejores obras. Ellos se quedaban con los mejores artistas, tenían el privilegio de contar siempre con los “número uno”. Hoy, sigue siendo igual, en realidad el arte, es algo que o bien es espontáneo o es expresión del poder. Pero cuando el poder encarga una obra, exige un programa de usos y representaciones que, pese a todo, deja mucho margen para que los artistas, escultores o arquitectos hagan virguerías, dando cabida a otros muchos significados. El poder está ahí, porque tiene el dinero, pero son edificios muy abiertos, polivalentes y con múltiples significados.